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Cada movimiento en el universo es un movimiento hacia el amor.

Como mis queridos lectores habran notado hice una pausa en mi blog, deje de escribir. Al principio no sabia si lo dejaria para siempre o simplemente por un periodo de tiempo, aun no lo se. Pero hoy encontre este escrito de Madisyn Taylor y me parecio tan oportuno traducirlo y compartirlo con ustedes mientras transitamos un tiempo de tanta incertidumbre.  Estamos aqui y ahora para servir. " Estamos viviendo en una época de grandes cambios. Muchos pensadores y videntes coinciden en que la humanidad y el planeta Tierra están evolucionando a un ritmo acelerado, y que esta evolución será necesariamente severa y aparentemente caótica a veces. Es natural que las personas reaccionen con miedo, porque estos cambios sin duda traerán cierto nivel de dificultad y pérdida para muchos de nosotros. Sin embargo, es esencial que todos recordemos que nuestras almas eligieron estar aquí en este momento y ser parte de este proceso. Cada movimiento en el universo es un movimiento hacia el amor. Es

Aprendiendo de una leyenda viviente. Japon.



Talvez uno de los momentos más emocionantes de mi estadía en Japón, fue cuando tuvimos la oportunidad de visitar el estudio de Mr. Noguchi en Hachioji

Pese a ser un maestro de seis generaciones, experto en Índigo Shibori and Katazome, su estudio carece de lujos ni pretensiones, se encuentra en una calle de tierra y, existe solo un cartel con grandes letras en japones en su puerta de entrada que delata la presencia de su taller. La estancia es simple y austera, con piso de tierra apisonada. 




En la primera sala se encuentran unas 14 vasijas de 150 años, enterradas en la tierra  que contienen el índigo, cada una con diferente cantidad de pigmento. Lo que permite obtener un teñido de un índigo casi negro hasta un tono de azul más suave.

Todo en su taller esta cubierto de una fina capa blanca de polvo y,  esta repleto de herramientas, palos de bambú, pinceles, baldes y piletas donde lavar, un viejo lavarropas, una máquina para extraer la soya y, una gran colección de katagami o stencils. 
Los katagami son plantillas o stencil de papel de arroz recubiertos con el jugo de la fruta del caqui, que convierte el papel en casi indestructible.






Un gran patio separa la segunda parte del taller, un lugar que contiene unas maderas sobre las que se colocan las telas a imprimir con el katazome. Allí es donde Mr. Noguchi después de preparar las maderas extendió las telas de 10 metros de largo para aplicar el Katazome (una pasta hecha a base de harina de arroz) usando los katagami (stencil o plantillas), que tiene como finalidad bloquear y no permitir el acceso del indigo a la tela debajo de la pasta de arroz. 





Ver a Mr. Noguchi, un verdadero maestro del arte del katazome en acción, fue algo indescriptible. Con la habilidad que solo se consigue durante décadas de trabajo refinado, Mr. Noguchi dispuso el katagami y comenzó a cubrirlo con katazome, para luego levantar el stencil y repetir el proceso una y otra vez, hasta cubrir toda la tela con el diseño del katagami. Cubiertos los 10 metros de tela, levanto sobre su hombro la madera y la llevo afuera al sol para que el katazome se secara.




A continuación, seria nuestro privilegio trabajar con sus stencils y herramientas para hacer nuestras propias creaciones de katazome. 





En varias tablas cubiertas con telas comenzamos a extender la pasta de arroz, que Mr. Noguchi luego expondría al sol.





Una vez seca la pasta de arroz, las telas fueron separadas de los tablones que las sostenían muy tensas y, cortadas en secciones. A las telas, para mantenerlas estiradas y así evitar que se quiebre o dañe la pasta de katazome les colocamos los shinshin (unos palillos de bambú con puntas diminutas de metal), y comenzamos el proceso de sumergirlas en las tinas de índigo. 

Algunas de las telas fueron sumergidas en un índigo muy oscuro cuidadosamente para evitar que la pasta de arroz se desprenda, otros en índigos mas claros. Las telas fueron sumergidas 2 minutos y luego colgadas en unos palos larguísimos de bambú por 4 o 5 minutos para que ocurra el proceso de oxidación que produce ese azul intenso tipico del índigo.



Teñir y oxidar es un proceso que lleva mucho tiempo porque generalmente las telas son sumergidas hasta 10 veces o mas y entre medio hay que permitir la  oxidación del indigo. Valga aclarar que cuando se tiñen las telas con el katazome, para evitar que la pasta de arroz se diluya, los baños de índigo no son tantos, con 3 o 4 veces es suficiente.



Cuando estuvimos satisfechos con el tono de nuestras telas llego la hora de lavarlas y suavemente desprender la pasta de katazome. Nuestro profesor Bryan Whitehead, nos mostro como remover la pasta de katazome de algunas telas con una escobilla dura, de esa manera los diseños debajo del katazome no quedan totalmente blancos sino teñidos levemente por los pigmentos del índigo.



Mr. Noguchi preparo leche de soya, la mezclo con hollin y con esa mezcla, Bryan usando una brocha especial pinto 10 metros de tela sin teñir. Esa tela quedo con un color plateado.








No es mi intensión aburrirlos con demasiados detalles técnicos, simplemente contarles a grandes pincelas un día en el taller de un maestro. Mr. Noguchi es un señor de edad avanzada, bajito de estatura que camina un poco encorvado, y balbucea frases en japones algo malhumorado y taciturno.

Al anochecer, Mr. Noguchi nos despidió con una bonita sonrisa, probablemente se sentia feliz de ver que los invasores extranjeros finalmente abandonaban su sagrado templo del índigo.

Habíamos pasado un día inolvidable en su estudio, viendo en acción a uno de los grandes maestros japoneses que nos mostraba, con su típica humildad  secretos que no figuran en ningún texto.



Salimos de allí envueltos en una nube de inspiración y como era hora de cenar nos fuimos a un diminuto restaurante en el centro de Hachioji. 
Alli, sentados directamente frente a una plancha de metal caliente dos cocineros nos prepararon una especie de panqueque abierto en el que iban encimando ingredientes hasta convertirlo en una deliciosa montaña de comida.

Para Bryan Whitehead, toda mi gratitud por el regalo de un día entero aprendiendo con el gran maestro del Índigo Shibori y Katazome, Mr. Noguchi, una verdadera leyenda viviente.


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