Durante la primera
semana de Noviembre tuve la fantástica posibilidad de viajar y visitar una querida
pareja de amigos que están viviendo en la ciudad de Seúl, amigos que conocí hace
algunos años mientras vivíamos en Columbus, Ohio.
Así es como pude
cumplir mi promesa de ir a visitarlos y a la vez acomodar mi reloj biológico al
uso horario de Asia. Porque mi segundo destino seria asistir a un curso
especializado en técnicas textiles japonesas en la ciudad de Fujino, a casi dos
horas en tren de la ciudad de Tokio,… pero bueno eso se los contare en otro
Blog.
Lamentablemente, el
esposo de mi amiga había viajado y no pude saludarlo, pero eso no nos impidió disfrutar
una semana muy amena en una ciudad que me sorprendió gratamente por su belleza,
su arte y su gente.
Mis amigos viven en las
afueras de Pyeontaek, al sur de Seúl, una zona rural preciosa, con casitas típicas
y con plantaciones de frutas y verduras en cada metro cuadrado. Arboles
cargados de manzanas, caquis llenos de frutas de anaranjado brillante, arrozales
que ya habían sido cosechados, plantas de edamame y otras hortalizas que desconozco
su nombre. Asombroso ver como cada pedacito de tierra es cultivado con
herramientas muy primitivas, sin tecnología y por una población anciana. Los jóvenes
se van del campo a las ciudades y allí solo se ven ancianos cuidando
diligentemente sus tierras y cultivos.
El primer paseo que hice
a la ciudad de Seúl fue con una amiga de mi amiga que amablemente dedico su día
libre a caminar conmigo las calles de esta preciosa ciudad. Con ella aprendí el
sistema de transporte publico en tren y subterráneo.
En un día soleado
recorrimos la zona donde se encuentran los artistas, diseñadores de ropa, joyería,
cerámica y lámparas extraordinarias de papel de arroz. Allí los artistas son
verdaderos maestros altamente especializados que despliegan para deleite del
publico técnicas artesanales milenarias de una belleza exquisita.
Si bien no es muy común
que los coreanos hablen en inglés, los jóvenes si lo hablan con mucha timidez y
están siempre muy dispuestos a ayudar, guiar e indicar direcciones a los
turistas. También en distintas esquinas encontramos unas chicas muy amables de
la oficina de turismo que nos ayudaron a encontrar un restaurante diminuto de
comida vegana. No solo nos dieron la dirección del restaurante, sino que también
llamaron por teléfono para reservarnos un lugar.
Y vaya sorpresa que fue este lugar
atendido por una simpatiquísima y temperamental coreana, pequeñita y energética
que nos deleito con su deliciosa comida vegana y casera. A mi me gusto tanto
estar en ese lugar que luego volví otro día a visitarla.
Terminamos nuestro
recorrido visitando un templo budista en el centro de Seúl, con una exposición de
flores extraordinaria y unos minutos de meditación frente sus estatuas de oro.
La siguiente vez que
fui a Seúl lo hice sola, camine entre los plantíos hasta la parada del autobús,
llegue a Pyeontaek, tome el tren a Seúl y, luego el subterráneo hasta un mercado.
Como el mercado no resulto ser el lugar que tenía en mente, de allí me tomé
otro subterráneo y me fui a la Universidad de Ehwa que es una la universidad de
mujeres. En el vecindario hay calles con tiendas muy exclusivas solo para mujeres.
Las coreanas visten muy elegante y con mucho estilo.
Los días siguientes nos
fuimos con mi amiga a un lujoso hotel en la ciudad de Seúl frente al rio Han. Desde
el piso 32 teníamos una vista privilegiada del rio, la ciudad y las montañas que
separan Corea del Sur de Corea del Norte.
Una mañana la dedicamos a visitar el
palacio real Changdeokgung,
con su intrincado laberinto de recintos reales.
Pudimos asistir a las clases de una maestra en sellos de piedra que
con suma paciencia y en coreano nos guio para tallar nuestros propios sellos sobre
piedra. De allí salimos muy orgullosas con nuestros sellos tallados a mano.
Al día
siguiente nuestro destino fue aprender a construir lámparas con papel de arroz
y todos sus secretos. También la clase fue en coreano y el resultado fue un par
de lámparas preciosas.
Esa tarde visitamos el museo de la Universidad de las Mujeres que tenia
una muestra de textiles y ropa de época, cerámica, joyas y artesanías.
La semana en Corea fue tan intensa como interesante. Descubrir una
ciudad muy bella con rincones tradicionales, con maestros artistas, conocer
gente y sobre todo disfrutar de la generosa hospitalidad de mi amiga.
Noviembre pese a ser un mes frio en el hemisferio norte, resulto
sorprendentemente soleado y no muy frio tanto en Corea como en Japón, lo cual
hizo de mi estadía algo muy conveniente y agradable para poder estar gran parte
del día caminando a la intemperie.
La ultima noche, nos separamos, mi amiga se fue a su casa y yo me fui a
dormir a un hotel en el mismo aeropuerto de Gimpo para abordar muy temprano mi avión
a Haneda, Tokio, Japón. Quedarme en un hotel del aeropuerto fue muy conveniente
porque de esa manera no tuve que viajar varias horas para llegar al aeropuerto
de madrugada.
Ese fue mi viaje por la ciudad de Seúl, si tienen la oportunidad de
visitarla no dejen de hacerlo. Una ciudad muy bonita, con gente amable, extremadamente segura y
vibrante, conserva aún muchas construcciones típicas donde se pueden apreciar
ventanas y puertas de madera delicadamente construidas sin el uso de clavos ni
tornillos. Techos con tejas de cerámica muy ornamentados, visitar maestros
artesanos extraordinarios y disfrutar de una cultura rica y delicada.
Nuestros sellos de piedra
Nuestras lamparas de papel de arroz
Seul al amanecer
En el restaurante vegano
Hermosa experiencia Amiga.Me alegra mucho q lo hallas disfrutado a full.Un beso
ResponderBorrarGracias.
BorrarDisfruté enormemente del relato de esta experiencia única. ¡A continuar explorando y compartiendo vivencias!
ResponderBorrarGracias
Borrar